Estrella roja

    

     En la inabarcable inmensidad del océano una estrella inadaptada no cesaba en su afán por convertirse en terrero animal. Desde que aquel inadvertido iceberg le heló su influyente genética, su vida inició un rumbo por ignotos caminos marinos. Se alejó del frío infinito y, cargando sus alforjas con intangibles argumentos, decidió poner fin a su invernal existencia y marchar rauda e irremediablemente hacia una isla de aguas cálidas y alegre temperamento. Abandonó, pues, su predecible existencia y con su íntimo convencimiento, se fue sin insinuar sus veladas intenciones.

     Sabedora de su incapacidad para tan largo viaje, resolvió improvisar unos versos italianizantes, románticos, al tiempo que un común rorcual, insospechadamente, cruzó ante sus narices. El gigante inabordable se frenó gustoso ante la impertinente estrella y, a cambio de sus poemas impresionistas, accedió, contento, a transportarla hasta la ínsula anhelada.

     Surcaron aguas insondables y se dejaron arrastrar por las altruistas mareas. Después de muchos interlunios, llegaron a su isleño destino. La arena blanca, casi inmaculada, calentita, la recibió con olor a incienso incandescente. Estaba claro, allí se quedaría. La estrella roja y diminuta agradeció, intensamente, a la ballena amiga que desapareció en el mar como un sublime ilusionista.

     Corría tierra adentro hacia territorio ignoto pero apasionante. Su cuerpo, de carmín colorado, resaltaba, incorregiblemente, sobre la incitante playa de conchas fabricada. Su incombustible deseo de convertirse en terrestre estrella le impidió ver a sus indiscretos acompañantes. Justo detrás de ella, un tropel de hombres indomados, vestidos de verde oliva, pareciera que la ingurgitaran. Pero no, pasó desapercibida ante tanta bota insidiosa y solo el último de ellos, de apariencia iconoclasta, reparó en su imperfecta existencia. Ella quedó inmóvil, imperturbable, muerta de miedo ante semejante belleza. El hombre la interrogó, con ingeniosa verborrea, sobre su particular ideología. Al observar la inquieta mirada de la roja estrellita, fue directamente al grano. “¿Eres izquierdista?” Impertérrita se quedó ante la inexcusable pregunta. “Más bien soy marista, pero en realidad quiero ser terrista”, le espetó con total franqueza. Y el joven irrumpió en carcajada inenarrable y, al final de su alegre asombro, le dijo que si quería invertir su marina vida, se viniese con él a la Sierra. Ella, ante tan sugestiva propuesta, no mostró inseguridad alguna y, sin titubeos, aceptó el irracional ofrecimiento. Ernesto, necesitado de estrella, la recogió de la arena caliente y la sujetó a su boina ladeada.

     Y así fue, que aquella estrella impetuosa, acompañó el asmático jadeo del guerrillero itinerante y se convirtió, por su impecable convicción, en estrella militante.

6 comentarios en “Estrella roja

  1. Estrellita marista … terrista … roja … izquierdista … isleña … la del Che … la de todos … la que queremos … la que brilla … la que guia … la que alumbra nuestros pasos … la de la ilusion … en lo mas alto en la punta del arbol … estrellita …

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