Serenada

Foto: Albert Buendía, en cienciacanaria.es

Viniste a romper la transparencia de la noche, silenciosa, invisible, a mojarnos la madrugada, las piedras de la calle, los verodes de los tejados que te besan como a un loco amante inesperado, las ramas envejecidas de la envioletada jacaranda, a dar de beber a la Isla dormida, a encharcar los poros abiertos de una piel reseca de tanto amor, a acompañar el sueño de los chinijos, a regalarle sorpresas a sus ojos vivos y no hay quien ponga freno a tu obcecada determinación de humedecernos la existencia, porque eres así, impredecible, serena dama de la noche que nos mantiene fresca la conciencia, la memoria, la vida que crece y muere en cada esquina esperando tu fugaz presencia, que te poses sobre los cuerpos desnudos, para embeberse con tu abrazo líquido, serenada victoriosa que te detienes en los viejos cristales como invitándome a tu fiesta de primavera, pero me quedo a este otro lado porque tengo el encargo de vigilar los sueños, dejo que te apoderes de la Isla que mañana florecerá, con tus lágrimas sanadoras, mientras yo espero de nuevo a la madrugada, a que vuelvas a destilar los recuerdos de los tiempos viejos, a encontrarme con tu cuerpo húmedo, posma que siembras ceniza, sollozo de la noche.

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